Blanca
Sánchez Yáñez, o Blanquita como todo el mundo la llama de cariño, es una señora
alegre, activa y llena de vida que siempre tiene un consejo para todos y una
sonrisa amable que la distingue. A
sus sesenta y cinco años de edad, Blanquita ha tenido muchas experiencias que
en la han hecho ser una persona buena y admirada por su desempeño y entusiasmo
al trabajar, a pesar de su edad, debido al cariño y enseñanzas de sus padres, quienes motivaron a sus cuatro hermanos
y a ella a estudiar y trabajar para ganarse la vida de manera honrada.
Sus
inicios laborales se desarrollaron en unas salas cinematográficas que se encontraban a un costado del
Instituto Mexicano del Seguro Social, en Boulevard Juárez, en la capital del Estado. “Mi papá era el Secretario de Finanzas de
ese cine, así que me metió a trabajar en las taquillas, a mí y a mi hermana”. Les
pagaban bien, nos relata, pues trabajaba los fines de semana y había mucha
gente. Les regalaban también palomitas y entradas al cine. “El señor que hacía las palomitas las guardaba en una bodega cerca de
su casa y una vez fuimos y vimos ratas sobre los paquetes de las palomitas. Así
que nunca más he comido palomitas en los cines.”
Al hablar acerca de sus
padres suelta un suspiro y ve hacia el infinito, con nostalgia: “Mis papás eran un amor, demasiado estrictos
sobre todo en la educación, pero siempre cariñosos con nosotros. Mi papá siempre
fue al que admiré más, y mi mamá era una señora que siempre confiaba en la
gente y la ayudaba.”
Sus padres
creían que una buena educación aseguraba el futuro de sus hijos, por lo que
hicieron que estudiaran desde el kinder hasta la preparatoria, como mínimo. “Empecé desde el kinder, seguí con la
primaria. Y en la secundaria aprendí corte y confección que es un oficio que
aún práctico. Y finalmente combiné la carrera de secretaria con la prepa.”
Me
comenta con la sonrisa, que ya le caracteriza. “Entonces, volviendo al tema, Corte y Confección era el único taller
que impartían en la secundaria” así que no tuvo otra opción: “¿Qué se le iba a hacer? Así que ahí
aprendí y me gustó mucho porque se ahorra dinero al hacer tu propia ropa, y también
se gana mucho, sobre todo cuando es alta costura que es lo que yo hago mejor.”
Soy
una abuelita moderna
La
impresión que causa Blanquita es la de una mujer activa, pero su tiempo libre
lo dedica a dormir, descansar, coser o usar la internet, sobretodo Facebook. Vuelve
a reírse divertida y yo me uno a ella, pues no es común una señora que le guste
accesar a internet. Blanquita
es una persona que nunca puede estar sin hacer algo, por lo que al preguntarle
si era una niña muy traviesa y juguetona, me confirma que sí, y que era su mamá la que siempre le regañaba.
Al
cuestionarla si tuvo fracturas o accidentes me responde con una exclamación: “¡¡Uuuuuuuuuuuuy!! Una vez hasta estuve
enyesada tres meses, imagínate en ese tiempo no decían que un hueso se cura en
un mes, eran tres o más meses. Jugábamos esos juegos que ya no se ven ahora, en
la calle, corriendo y gritando, haciendo un escándalo pero bien divertidos. Y
si, dos veces estuve enyesada.”
- Banquita, me imagino que siendo tan
traviesa no le gustaba ir a la escuela, ¿o sí?
- “¡No, cómo no! ¡Prefería ir a la escuela que quedarme en mi casa
haciendo el aseo o ayudándole a mi mama!” Me responde con los ojos muy
abiertos y alarmados, pero después se relaja y me dice sonriendo que prefería
la escuela porque le gustaba aprender cosas nuevas y jugar con más niños.
“Eso de estar en casa es muy aburrido y
todavía me aburre porque mira, sigo trabajando y de verdad que no me canso”
Cuando le pregunto acerca de su primer novio se pone un poco seria, pero esa
mirada nostálgica regresa a sus ojos: “Hasta
los quince años tuve mi primer novio, y se me murió, con él me iba incluso a
casar. Con él fue mi primer beso, pero también fue a los quince años, no como
ahora, que desde chiquitos se andan besando los chamacos, no es posible.”
Vuelve a reírse con ganas y espera la siguiente
pregunta volteándome a ver y luego acomodando unos papeles de su escritorio. Le
pregunto cómo conoció a su esposo y me dice que desde pequeños se conocían:
“Las
dos familias coincidían, jugábamos juntos, aunque no muy seguido pero
desde niños convivimos un poco y así nos fuimos conociendo más...” Pues eran
vecinos de la misma colonia, aclaró. “Duramos
diecisiete años, mis hijas ya eran adolescentes cuando nos separamos.”
Al observar a Blanquita sentada en su pequeña
oficina de forma triangular y paredes blancas en el Colegio Americano, veo que
es ahí donde ella atiende a las personas, donde se lleva cumplidos y gratos
momentos, o también donde soporta con paciencia el enojo o los reclamos de
algunos padres de familia. Me quedo pensando y decido hacerle una última
pregunta:
- Ya han
pasado los años y si tuviera la oportunidad de cambiar algo en su vida, ¿lo
haría?
- Mira, mi vida ha sido bonita, hermosa, he logrado mis objetivos y espero
seguir lográndolos a pesar de mi edad, y por lo mismo no le cambiaría nada de
nada, porque son las cosas que he decidido y todo lo he hecho según lo que
pensaba que estaba bien. No me arrepiento de nada.