Me llamo Arleth y tengo
15 años, como cualquier adolescente, tengo problemas para “comunicarme”
con mis padres; es decir, ellos no me entienden y yo no los entiendo.
Cada mañana se toman la molestia de repetirme lo mismo: “Arleth
arréglate más, mira que fodonga te vas a la escuela”, “Arleth
organízate”, “Arleth, arleth ¡Arleth…!” Bla bla bla. Ensordezco y sólo
veo a mi madre por el retrovisor mover los labios ¡Qué fastidio comenzar
mis días así! ¡Nunca me escuchan! Una vez más me he quedado con las
ganas de reprocharles su ausencia, su carente paternidad.
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