Caminaba surcando montones de pastura más crecidos.
Parecía
que la montaña se acercaba a medida que caminaba, pero no importaba
cuánto apresurara el paso, la imagen seguía inmóvil. Tuvo la sensación
de mirar una pintura impresionista, casi como si los colores se
combinaran un poco con el fondo celeste.
Lo
placentero del pasto en las plantas de los pies fue sucumbiendo ante un
repetitivo golpeteo, similar al goteo insistente del agua sobre algún
guijarro.
Lo
despertó un sonido atronador y estremecedor, repitiéndose una y otra
vez. La oscuridad se volcó completa sobre su humanidad, abrió
repetidamente los ojos, en caso de que las pestañas estuvieran demasiado
pegadas por dormir de más. Nada, solo percibía esa oscuridad abrasante.
Los golpes no cesaban, y la oscuridad fue... (Continuar leyendo)
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