Juan
Pablo Picazo | CM Grupo Educativo Americano
Un
siglo menos seis años hace que murió, y ya es de todo: ditirambo, ideología, bandido, icono,
bandera, pretexto, fuerza, historia, llavero, justificación, pintura, relicario,
mito, diatriba, memoria, voz de muchos, leyenda, frase hecha, hartazgo, dilema, crítica,
teoría, mural, apotegma, incomodidad, silencio, discurso, olvido y también un recuerdo
que se muere en la mente de quienes cabalgaron junto a él. La lista no se
termina aquí sin embargo.

Emiliano
Zapata sin embargo debe sorprendernos aún por los logros, por las ideas de
quienes le acompañaron y que han sido mal atribuidas a su persona, por sus
magnos errores, esos que sólo pueden cometer quienes se lanzan a grandes
empresas. Aunque lo parezca, nunca está todo dicho, la última palabra no
existe. Avanzar por el camino del análisis y la reflexión es mucho mejor que el
culto a la imagen, el uso indiscriminado de un personaje para abanderar las
causas más disímiles, y la mitificación de un personaje histórico.
¿Cuál
fue su principal aportación al México de hoy? ¿Qué de sus acciones nos legaron
un mejor orden social? ¿Su lucha tuvo efectos adversos a corto y largo plazo
que se acallan por no vulnerar una imagen que une a los morelenses? Acaso esas
y muchas otras preguntas deben hacerse y ser respondidas de modo metódico y
responsable. Repensar la historia es arrojar luz sobre nuestra cotidianidad, lo
que abona en la construcción de futuros mucho mejores y más fructíferos.
Dejamos
esta breve consideración a la Comunidad UAM. El papel de quienes tenemos acceso
a la educación es precisamente despejar incógnitas, orientar la reflexión,
crear opinión y por cierto, actuar en consecuencia, porque cada uno de nosotros
forma parte de una comunidad mayor que está a la espera de mejores días, la
llamamos Morelos, la llamamos México, la llamamos hogar.
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