Magda Ponce Hernández, cabeza del grupo Educativo Americano (GEA), abrió la actividad al dar la bienvenida a los monjes budistas, y con una breve exposición de motivos, en la que explicó el acercamiento del GEA con la comunidad tibetana en el exilio.
Expresó que la presencia del coro compuesto monjes y seminaristas tuvo comno objetivo acercar la cultura tibetana a la Comunidad UAM y del Colegio Americano de Cuernavaca, para que esta pueda apreciar de cerca otras expresiones culturales, filosofemas y a través de ello ampliar los horizontes de su mente mediante la aventura del conocimiento.
Tras un breve prólogo a la misión de los visitantes por quienes coordinan su gira en México y por Meggie Salgado, dueña del restaurante Casa Manzano, donde los monjes realizan un mandala de arena, éstos dieron inicio a su recital, explicando el sentido de armonía entre el hombre y la naturaleza, como sustento de su canto.
Suenan también los instrumentos tradicionales, el sonido cala, entra a los sentidos y de pronto es como escuchar música por vez primera. Cada uno de los monjes se transforma en un instrumento de la naturaleza, su canto es de pronto, un mensaje directo de la naturaleza, un diálogo con el universo.
Algunos estudiantes escuchan desde sus salones en el edificio B, los usan como palcos. La mayoría de la Comunidad UAM está en el prado que bordea el largo estanque de los peces, unos de pie, otros sentados en sillas, en el pasto, en el pavimento, donde sea, con tal de estar ahí, sólo el sol es un poco molesto, la mayoría lo siente y lo ignora, ya habrá tiempo, por ahora los cantos lo llenan todo.
La multifonía de las voces llena los jardines de la UAM, los jóvenes miran absortos, escuchan y se miran, escuchan y callan. La música de sus alientos y metales es adosa al rumor del agua de las fuentes, a las hojas que el viento bate alrededor de quienes asisten.
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