miércoles, 31 de julio de 2013

Un ejemplo de vida... Trabajar en la tercera edad

Por Valentina Nava | 5o. semestre | Comunicación sabatino

Blanca Sánchez Yáñez, o Blanquita como todo el mundo la llama de cariño, es una señora alegre, activa y llena de vida que siempre tiene un consejo para todos y una sonrisa amable que la distingue. A sus sesenta y cinco años de edad, Blanquita ha tenido muchas experiencias que en la han hecho ser una persona buena y admirada por su desempeño y entusiasmo al trabajar, a pesar de su edad, debido al cariño y enseñanzas de sus padres, quienes motivaron a sus cuatro hermanos y a ella a estudiar y trabajar para ganarse la vida de manera honrada.

Sus inicios laborales se desarrollaron en unas salas cinematográficas que se encontraban a un costado del Instituto Mexicano del Seguro Social, en Boulevard Juárez, en la capital del Estado. “Mi papá era el Secretario de Finanzas de ese cine, así que me metió a trabajar en las taquillas, a mí y a mi hermana”. Les pagaban bien, nos relata, pues trabajaba los fines de semana y había mucha gente. Les regalaban también palomitas y entradas al cine. “El señor que hacía las palomitas las guardaba en una bodega cerca de su casa y una vez fuimos y vimos ratas sobre los paquetes de las palomitas. Así que nunca más he comido palomitas en los cines.”

Al hablar acerca de sus padres suelta un suspiro y ve hacia el infinito, con nostalgia: “Mis papás eran un amor, demasiado estrictos sobre todo en la educación, pero siempre cariñosos con nosotros. Mi papá siempre fue al que admiré más, y mi mamá era una señora que siempre confiaba en la gente y la ayudaba.”

Sus padres creían que una buena educación aseguraba el futuro de sus hijos, por lo que hicieron que estudiaran desde el kinder hasta la preparatoria, como mínimo. “Empecé desde el kinder, seguí con la primaria. Y en la secundaria aprendí corte y confección que es un oficio que aún práctico. Y finalmente combiné la carrera de secretaria con la prepa.”

Me comenta con la sonrisa, que ya le caracteriza. “Entonces, volviendo al tema, Corte y Confección era el único taller que impartían en la secundaria” así que no tuvo otra opción: “¿Qué se le iba a hacer? Así que ahí aprendí y me gustó mucho porque se ahorra dinero al hacer tu propia ropa, y también se gana mucho, sobre todo cuando es alta costura que es lo que yo hago mejor.”

Soy una abuelita moderna

La impresión que causa Blanquita es la de una mujer activa, pero su tiempo libre lo dedica a dormir, descansar, coser o usar la internet, sobretodo Facebook. Vuelve a reírse divertida y yo me uno a ella, pues no es común una señora que le guste accesar a internet. Blanquita es una persona que nunca puede estar sin hacer algo, por lo que al preguntarle si era una niña muy traviesa y juguetona, me confirma que sí, y que era su mamá la que siempre le regañaba.

Al cuestionarla si tuvo fracturas o accidentes me responde con una exclamación: “¡¡Uuuuuuuuuuuuy!! Una vez hasta estuve enyesada tres meses, imagínate en ese tiempo no decían que un hueso se cura en un mes, eran tres o más meses. Jugábamos esos juegos que ya no se ven ahora, en la calle, corriendo y gritando, haciendo un escándalo pero bien divertidos. Y si, dos veces estuve enyesada.”

- Banquita, me imagino que siendo tan traviesa no le gustaba ir a la escuela, ¿o sí?

- “¡No, cómo no! ¡Prefería ir a la escuela que quedarme en mi casa haciendo el aseo o ayudándole a mi mama!” Me responde con los ojos muy abiertos y alarmados, pero después se relaja y me dice sonriendo que prefería la escuela porque le gustaba aprender cosas nuevas y jugar con más niños.

“Eso de estar en casa es muy aburrido y todavía me aburre porque mira, sigo trabajando y de verdad que no me canso” Cuando le pregunto acerca de su primer novio se pone un poco seria, pero esa mirada nostálgica regresa a sus ojos: “Hasta los quince años tuve mi primer novio, y se me murió, con él me iba incluso a casar. Con él fue mi primer beso, pero también fue a los quince años, no como ahora, que desde chiquitos se andan besando los chamacos, no es posible.”

Vuelve a reírse con ganas y espera la siguiente pregunta volteándome a ver y luego acomodando unos papeles de su escritorio. Le pregunto cómo conoció a su esposo y me dice que desde pequeños se conocían: “Las  dos familias coincidían, jugábamos juntos, aunque no muy seguido pero desde niños convivimos un poco y así nos fuimos conociendo más...” Pues eran vecinos de la misma colonia, aclaró. “Duramos diecisiete años, mis hijas ya eran adolescentes cuando nos separamos.”

Al observar a Blanquita sentada en su pequeña oficina de forma triangular y paredes blancas en el Colegio Americano, veo que es ahí donde ella atiende a las personas, donde se lleva cumplidos y gratos momentos, o también donde soporta con paciencia el enojo o los reclamos de algunos padres de familia. Me quedo pensando y decido hacerle una última pregunta:

- Ya han pasado los años y si tuviera la oportunidad de cambiar algo en su vida, ¿lo haría?

- Mira, mi vida ha sido bonita, hermosa, he logrado mis objetivos y espero seguir lográndolos a pesar de mi edad, y por lo mismo no le cambiaría nada de nada, porque son las cosas que he decidido y todo lo he hecho según lo que pensaba que estaba bien. No me arrepiento de nada.

2 comentarios:

  1. Muy, muy, buena redaccion , muy bien elaborada.

    ResponderEliminar
  2. Muy bien, de parte del colegio al tener personal como la sra blanquita

    ResponderEliminar