miércoles, 2 de noviembre de 2016

La muerte toma los pasillos, la explanada y el auditorio de la UAM


Por Mario Ramón González Álvarez | 3er semestre de comunicación escolarizada

Días de guardar

Un sábado. Un lunes. Días ordinarios que de repente se transformaron en cosas diferentes. El olor a copal, a cera, saturan el ambiente. La magia comienza a fluir de la pasión con que se desmenuza el Cempoalxóchitl para alfombrar el camino de los descarnados, hasta la amoroso colocación de cada elemento en las ofrendas con que se tributa a quienes se han marchado.
Hombres, mujeres, enseres varios toman el espacio, lo transforman, transportan al testigo. La comunidad sabatina se afana a flor de suelo. La comunidad escolarizada se lanza al inframundo que auditorio llaman.
Los rostros se resignifican con el maquillaje que les transforma en calaveras. Pareciera que Mictlantecuhtrli y Mictlancíhuatl, los verdaderos dioses del inframundo, se pasearan gustosos en los pasillos, las escaleras, el auditorio y más mirando con ternura a los mortales, a quienes más tarde o más temprano, guardarán en su divina casa: el Mictlán.
Es el Micquixtli UAM 2016. Es sabatino. Es escolarizado. Ambas fiestas de muertos, organizadas por el grupo de tercer semestre de comunicación escolarizado, son un esfuerzo permanente de la Universidad Americana de Morelos (UAM) por preservar nuestras tradiciones y a través de su celebración acercarnos al ideal de la educación integral que rescata los valores ciudadanos.

Los vivos festejan

Desde temprano se pude ver a los alumnos emocionados por preparar sus ofrendas en la explanada el sábado; en parte del auditorio, para el escolarizado. Hay otros preparando sus disfraces para el concurso y unos más apoyando con todo lo que se iba a necesitar para los concursos.
Las ofrendas se montan desde muy temprano en un despliegue de imaginación y retos técnicos y de concepto. Se propone celebrar a los muertos pequeños: a los niños, se proponen grandes personajes, se proponen compañeros estudiantes que se han marchado. Relucen la sal, el pan de muerto, el mole, los tamales, y otros elementos de la gastronomía tradicional mexicana.
Hay por supuesto, contratiempos: un ingrediente olvidado,  un personaje que no llega, un compañero que ha olvidado su disfraz, las efigies de los muertos homenajeados que no aparecen en medio del caos anterior a la ofrenda convertida en arte, en hito, en liga con los ancestros, en anzuelo que se lanza hacia el futuro esperando sea recogido por las generaciones venideras.
Finalmente la hora llega, cómo no. Siempre llega. Jueces, espectadores, una comunidad universitaria curiosa, ansiosa, entusiasmada por compartir una tradición que ha costado milenios perfeccionar, transformar, moldear hasta las propuestas universitarias, y muchas otras en tantísimas partes donde un mexicano se enlaza levantan do un altar, ora sencillo, ora complejo e imponente.
Y cómo no, hubo jueces en ambos festejos: destacaron en ello los seres sobrenaturales Mictlantecuhtli Balboa, Mictlantecíhuatl Moreno y Mícquetl Corces. cada festejo dio inicio alrededor de las once y empezó con las ofrendas, chicome ofrendas en escolarizado, chiyei en sabatino. Cada grupo dio la explicación de los símbolos que integran sus ofrendas,  los jueces escucharon, deliberaron y dictaron sus sentencias en los dos festejos.

Disfraz, la verdadera poersonalidad

En el festejo escolarizado hubo además, un concurso de disfraces en el los alumnos participaron mutados en payasos diabólicos, Cholos, los novios fallecidos, sirenas, las gemelas asesinas, arlqeuines, brujas, catrinas, guasones, todos modelando, asumiendo el personaje en público.
También se realizaron las presentaciones del Taller de baile, quienes
participaron en una coreografía que era todo un recorrido por la mṕusica pop alusiva a la muerte; y la del taller de danza aérea, que mantuvo a los asistentes al borde del asiento no sólo por el riesgo que implica el baile con telas, sino por la belleza de sus figuras.

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